Horacio Mariño Munguía
Medico en Perros & Gatos
Santiago de Querétaro - Querétaro
MÉXICO
La atopia es una tendencia constitutiva o hereditaria a producir anticuerpos IgE a alérgenos comunes, tales como por ejemplo polvo de ácaro casero (Dermatophagoides pteronys-synus) y polen de pasto, los cuales no provocan respuesta inmune en sujetos normales. La atopia canina es caracterizada por prurito, frecuentemente estacional, primordialmente en patas, cara y vientre, ocasionalmente presentando auto-trauma. Pioderma secundaria, hiperhidrosis y otitis externa asimismo son con frecuencia presentes. Al igual que el dolor, la sensación de prurito consiste de una señal periférica, originada en la piel, y una percepción central, finalizando en la corteza sensorial. Numerosos químicos son responsables de la generación y transmisión de la señal en la piel, no obstante cuales predomina en el perro y el gato son desconocidos. Se especula que los químicos son ampliamente los mismos de aquellos generados en la respuesta inflamatoria e incluyen tanto químicos preformados (histamina, serotonina), como de aquellos sintetizados in situ (prostaglandinas, leucotrienos, proteasas). La señal generada a nivel de la piel puede ser modificada por factores emocionales, bioquímicos o centrales, conduciendo a comportamiento aparentemente no proporcional a la causa incitante (p.e. trauma cutáneo inducido en respuesta a una simple mordedura de pulga). Los fármacos orientados hacia el control del prurito pueden tener como blanco ya sea, la transmisión periférica o central. En prurito crónico, los fármacos con efectos sistémicos generalmente son más efectivos.
La patogénesis de la dermatitis atópica no es completamente comprendida. Históricamente se ha considerado que la primordial ruta de exposición al alergeno era la inhalación, pero los investigadores en la actualidad creen, que la exposición percutánea a alergenos medioambientales es más plausible. La patogénesis sospechosa vigente para la dermatitis atópica implica: (i) una defectuosa capa epidérmica que pudiese conducir a incrementada exposición de la dermis subyacente a alergenos; (ii) células de Langerhans epidérmicas sensibilizadas que capturan, procesan y transportan alergenos; (iii) linfocitos T activados; y (iv) liberación de mediadores por las células cebadas IgE- mediado.
La presencia de tres o más de los siguientes signos es altamente sugerente de dermatitis atópica: (i) prurito con respuesta a los glucocorticoides; (ii) eritema del pabellón auditivo; (iii) dermatitis eritematosa bilateral de las patas delanteras; (iv) quelitis; y (v) aparición de signos entre ente 6 meses y 3 años de edad. La predisposición genética en dermatitis atópica, torna a esta improbable de que cualquier tratamiento cure completamente la enfermedad. Generalmente la terapia consiste de un conjunto de tratamientos, ajustados estos para satisfacer al paciente. Las opciones de tratamiento recaen en tres categorías: intervención en el medio ambiente; inmunoterapia; y agentes farmacológicos.
En la actualidad no existe evidencia en que la evasión de alergenos en solitario sea una medida exitosa para reducir los signos clínicos de la dermatitis atópica en perros.
La hiposensibilización (inmunoterapia) es la única terapia dirigida a la causa de la reacción alérgica, más que aminorar los signos clínicos una vez que aparecen. No existen protocolos convencionales para la hiposensibilización canina. Diversos autores han reportado en perros de 50 a 60% de respuesta a la inmunoterapia como de buena a excelente. La hiposensibilización es generalmente aceptada como un tratamiento sumamente seguro en múltiples pacientes caninos. Sin embargo, la inmunoterapia consume demasiado tiempo pudiendo requerir un año o más de aplicaciones antes de que los signos clínicos sean reducidos. Mientras se espera por efectividad clínica durante la fase de elaboración de la inmunoterapia, o en lugar de esta, frecuentemente se emplean agentes farmacológicos para aliviar el malestar del prurito y las lesiones asociadas con la condición.
Los antihistamínicos son comúnmente prescritos para controlar el prurito, pero su efectividad es variable. La suplementación de ácidos grasos puede ser recomendada para perros padeciendo desordenes cutáneos inflamatorios, pero en la actualidad no existe suficiente evidencia para recomendar o desalentar su empleo para controlar clínicamente los signos de dermatitis atópica. Los glucocorticoides son los fármacos anti-inflamatorios e inmunodepresores más comúnmente prescritos. La administración de glucocorticoides permanece como la terapia tradicional en dermatitis atópica canina. Los glucocorticoides afectan prácticamente todos los tejidos con los cuales entran en contacto, no solo los sistemas corporales objetivo de la terapia. Los efectos pueden incluir tanto acciones estimuladoras como inhibidoras sobre células, tejidos y órganos. Cuando los glucocorticoides son empleados durante periodos prolongados, una amplia gama de efectos colaterales, variando desde fastidio hasta ser una amenaza para la supervivencia, pueden ser esperados.
La ciclosporina es indicada para el control de dermatitis atopica en perros pesando al menos 1.8 kg. La ciclosporina deberá ser administrada a 5 mg/kg/día (3.3-6.7 mg/kg/día) como dosis única diaria durante 30 días. Posterior a este periodo de tratamiento inicial, la dosis de ciclosporina puede ser reducida a días alternos, y entonces a dos veces a la semana, hasta que frecuencia mínima sea alcanzada, la cual mantenga el efecto terapéutico deseado. La ciclosporina deberá ser administrada al menos 1 hora antes o 2 horas después de la alimentación. Si la administración es olvidada, la siguiente administración deberá ser proporcionada tan pronto como sea posible (sin dosificación doble), pero la administración no deberá ser más frecuente de una vez al día.
En contraste a los glucocorticoides, la ciclosporina no propicia efectos metabólicos tales como gluconeogénesis o catabolismo proteico. Su efecto sobre el metabolismo mineral es mínimo y no inhibe la secreción de cortisol endógeno. A diferencia de los glucocorticoides, la ciclosporina puede ser empleada durante prolongados periodos de tiempo sin riesgo de los severos efectos adversos observados en la terapia a largo plazo con glucocorticoides, tal como síndrome de Cushing. La ciclosporina no altera la función renal o incrementa la presión sanguínea en los perros. Las reacciones adversas observadas en perros, son generalmente limitadas a signos gastrointestinales , tal como vómito y/o diarrea. Dichos signos son raramente severos y generalmente cursan sin complicaciones.